Mar 20
9
Alfonso Francia
Muertos que me dan más pena,
¡son los muertos que aún no penan
en la eterna eternidad!…
Son los muertos ambulantes,
que caminan por las calles,
sin saber de dónde vienen,
ni saber a dónde van.
Sus rostros gritan sus penas,
los ojos, su soledad;
toda su vida es condena,
que arrastra duras cadenas,
que torturan sin matar.
Son fantasmas que en el aire,
bailan y bailan y bailan,
al ritmo que marca el viento,
de su angustia y soledad,
sin flores en el desierto,
sin flores en el ojal,
sin luz en su pensamiento,
sin luz en su firmamento,
sin besos al despertar…;
sin un rictus en la cara,
que recuerde las sonrisas
de aquella infancia lejana;
y con su voz cavernosa,
presagia muerte cercana,
con los hombros muy caídos,
y marchita su mirada,
su rostro es como epitafio
de una muerte ya anunciada.
El alma se muere antes,
que el cuerpo, su pura jaula;
muere cuando la esperanza,
se viste de capa negra,
para recibir al alba.
La muerte no tiene amigos,
ni tampoco quien la llore,
solo tiene plañideros,
a quienes pagan las lágrimas,
y que nunca ponen flores.
Me dan gran pena esos muertos,
que deambulan por las calles,
su carnet dice que viven,
pero son… ¡puros cadáveres!