Mar 20
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Alfonso Francia
El nombre de nuestro papa,
de nuestro papa francisco,
yo lo escribo con minúsculas,
que es un papa “papaíto”,
o, si quieren, “abuelito”.
Es muy humano y es muy hermano,
no luce su rol “divino”,
el de “otro Cristo en la tierra”,
o el de “Vicario de Cristo”.
También quisiera escribirlo
con letras grandes y de oro,
porque al Cristo al que yo adoro,
lo encarna muy bien francisco.
Pero seguiré el impulso,
el primero que me vino,
cuando pensé en nuestro papa,
pues nuestro papa francisco
refleja muy bien la vida
de aquel francisco de Asís,
al que todo el mundo admira,
a un tiempo grande y pequeño,
a un tiempo modelo y guía,
que al lobo lo llama hermano,
y a la ardilla, hermana ardilla,
creo que al papa francisco,
le agrada más, mucho más,
que lo traten con cariño
como a persona normal,
pues ser papa es un servicio,
y servir es lo esencial,
igual cuando fue novicio,
que cuando fue provincial,
después, al ser padre obispo,
luego, hermano cardenal.
Siempre Jorge, siempre hermano,
siempre cercano y jovial,
humilde cura y amigo,
nunca “ilustre cardenal”.
Nunca se creyó gigante
ni mayor a los demás,
ni la mitra le dio altura,
ni el báculo autoridad.
Su “santidad” no es de papa,
tiene santidad de cura.
Nunca le vino a la mente
que llegaría a ser papa,
y llamaran “Santidad”.
Cuanto más alto se sube,
menos se acerca uno al cielo,
más se aleja uno del suelo,
¡y más se queda en las nubes!
Fue estudiante, deportista,
jaranero y humorista,
muy solidario y cordial,
piadoso seminarista…
¡Joven como los demás!
Lo más grande del francisco,
que todos admiran más,
no es que sea buen pastor
de los hermanos cristianos,
sino el que sea tan humano,
¡campeón de humanidad!
No hace falta ser San Jorge,
el santo de la leyenda,
que eliminó al gran dragón…
Basta con llamarse Jorge
y apellidarse Bergoglio,
para vencer al demonio,
de esta nuestra sociedad
con la fuerza que da Dios,
¡¡fuerza que Jorge nos da!!