Recital de poemas

Dios sabe elegir
El Dios Padre y Creador
andaba muy cabizbajo
dando vueltas y más vueltas
por el patio salesiano,
buscando una solución
a un problema no afrontado:
los centenares de chicas,
sin norte y nadie a su lado.
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Después de mucho pensar,
encontró la solución:
igual que en la creación
sintió pena por Adán,
y le buscó una mujer,
con Juan iba a hacer igual…
¡Una mujer!… ¿ pero cuál?
Se requiere una mujer,
de talla sensacional,
para, juntos, emprender
una respuesta global:
la de salvar a las chicas
en situación similar
a la masa de los chicos,
perdidos en la ciudad,
sin metas y sin familia,
en la más triste orfandad,
ahogados en el alcohol,
novios de la soledad,
carcomidos por la droga,
e incapaces de soñar…
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Juan tenía una obsesión:
educar a la mujer
es la mejor inversión,
porque por ley natural,
sea cual sea su situación,
estas chicas serán madres,
y de ellas dependerá,
la clase de educación,
que darán ellas más tarde.
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Y en una noche de invierno,
que soñaba profecías,
sintió que alguien le arrancaba
de su pecho una costilla.
Y cual pellizco de amor
o de suaves cosquillitas,
no sintió ningún dolor,
sino una inmensa alegría.
Era un regalo de Dios:
encontrarse la sonrisa,
de la mujer que le dio
para hacer la gran familia
con jóvenes sin amor.

Y, como Adán, lanzó un grito,
grito de satisfacción:
“Esta es carne de mi carne,
y es espíritu de Dios,
¡Qué grande, Señor, qué grande,
que has elegido a los dos,
para juntos alabarte
y llevar la salvación
a los niños de la calle!
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Embriagados de emoción,
se cogieron de la mano,
y tras sentida oración,
mirando al cielo juraron
total entrega al Señor,
y a los jóvenes más pobres,
solos, tristes y sin Dios.
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Y Juan comenzó a cantar
canciones de primavera,
y la joven Mazzarello,
captó el canto a la primera,
y le hizo un dúo a don Bosco,
que sonaba a Iglesia nueva.

Mil niños de los suburbios
se le unieron a la fiesta,
luego formaron un coro,
de igual melodía y letra,
más tarde hicieron rondallas,
y las bandas de cornetas,
que inundaron de alegría
las barriadas de miseria,
y adornando con sonrisas
sus melodías modernas,
vieron sonreír la luna,
vieron bailar las estrellas:
la noche no fue tan fría,
ni tan larga ni tan negra.
Llevaron mensajes nuevos
en sus caras también nuevas,
vestidos de melodías,
de sierras, costas y selvas,
de Méjico, Quito, Lima,
de Bogotá o Punta Arenas,
de Santiago y de La Paz,
de Sevilla y de Venecia,
de  Estrasburgo o Buenos Aires,
de Bombay o Cartagena…
con aires de pasodoble,
de flamenco y marineras,
de rok, de tango, de salsa,
de barcarola o ranchera.
Que Dios eligió a los dos,
para llevar la bandera,
que indica cielo y camino
en el que ellos dejan huellas,
las huellas de quien les quiere,
y que les señala metas,
huellas de quien cura heridas,
y que está siempre a su vera,
de quien enciende ideales
y nunca ideales quema.

Dios envió para salvarles
esta singular pareja,
que sin amores de carne,
amó siempre y sin reservas.

¡Gloria al padre y a la madre!
¡Gloria a quien sigue sus huellas:
al honrado ciudadano
y al que hace una Iglesia nueva!
¡Que viva siempre don Bosco!
¡Viva Madre Mazzarello!
¡Vivan las almas gemelas,
que de la tierra hacen cielo,
y traen el cielo a la tierra!

Alfonso Francia, sdb